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Las trampas del trading, se encuentran escondidas tras sus encantos.

La mayoría de las personas que empezamos en el mundo del trading, lo hacemos por unos motivos muy concretos.


Entre ellos podríamos destacar la libertad de horarios, la posibilidad de generar grandes ingresos, la constante incertidumbre que no deja lugar a la rutina, el alto grado de exigencia que hace que debamos crecer como personas a niveles que jamás habríamos pensado.


Cuando trabajamos por cuenta ajena, se nos imponen unas normas; debemos respetar un horario, unas normas de conducta, debemos acatar órdenes de superiores, convivir con todo tipo de compañeros y todo eso debemos hacerlo, en el mejor de los casos, por un largo periodo de tiempo de nuestras vidas. Pasando en la empresa la mayor parte de nuestro tiempo y, a veces, haciendo tareas que no nos motivan. Y por un sueldo, que la mayoría de las veces, no compensa el esfuerzo y dedicación que debemos dar a cambio.


Eso a lo largo del tiempo, puede provocar en nosotros una desgana y una falta de ilusión, que hace que esa rutina, pueda acabar siendo asfixiante.


Cuando en nuestras vidas aparece el trading, surge para salvarnos de esos síntomas de desmotivación que nos hace sentir el día a día en el que nos vemos inmersos.


En el ADN del trader se encuentran esas características; las ganas de aprender cada día, la necesidad de crecer sin límites, la ilusión de poder llegar a ser tan grande, como podamos proponernos. Y cuando descubrimos ese fantástico mundo que es el trading, es como si la luz principal de la función, se enfocara en nosotros.

Nos ofrece poder realizar nuestra tarea a cualquier hora del día, en cualquier sitio del mundo y la posibilidad de decidir el sueldo que queremos ganar. En resumen, nosotros somos los principales protagonistas y guionistas de nuestras vidas.


Ganamos durante días y días seguidos; puede llegar a parecer demasiado fácil en ocasiones. Hasta que llega el día en el que nos viene a visitar el espíritu del empleado asalariado y en ese momento se nos esfuma todo lo que hemos conseguido durante un largo periodo de tiempo.

Ese espíritu es aquel al que no le gustan las normas, ni las rutinas, ni los horarios predeterminados y viene a decirnos que llevamos demasiado tiempo ceñidos al plan repitiendo lo mismo, y que nosotros somos capaces de hacer cosas diferentes; que no es necesario centrarse en una sola operativa.

Y ahí, compañeros, si no somos lo suficientemente honestos con nosotros mismos, estamos a merced de nuestro ego, que se comporta como un potro salvaje, que se defiende dando coces cuando lo quieren domar.


El trading viene disfrazado de libertad, de abundancia, de sencillez; pero nada más lejos de la realidad. Es la profesión más exigente que existe; ya que nadie nos pone unas normas, somos nosotros mismos los que las debemos definir, y lo que es más complicado aún, respetarlas y cumplirlas cada día de nuestras vidas. Y esa es la única forma de llegar a ser rentable a lo largo del tiempo.



La libertad, la abundancia, la sencillez son la consecuencia de habernos convertido en personas totalmente implicadas, meticulosas y respetuosas con nuestro plan de trading. Y eso solo ocurre, cuando nuestra parte de jefe consigue neutralizar a nuestra parte de asalariado rebelde y salvaje, que en ciertos momentos tiene la necesidad imperiosa de saltarse las normas para darse importancia, para sentirse vivo

Es por eso que podemos decir que las trampas del trading, se esconden tras sus encantos.

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